Consulta sobre Misión de la Federación Luterana Mundial (FLM)

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Bogotá, Colombia 26 octubre 2001
David Brondos

TEMA: Hacer una comparación entre los tres documentos sobre la misión: “Juntos en la Misión de Dios” (Federación Luterana Mundial, 1988); “En el umbral del tercer milenio” (Federación Luterana Mundial, 1998), y “Desafíos a la Misión de la Iglesia en América Latina Hoy” (Consejo Latinoamericano de Iglesias, 2001).

En esta presentación deseo primero presentar una síntesis del contenido de tres documentos relacionados con la misión, y luego ofrecer algunas observaciones, para finalmente abrir un diálogo sobre la importancia de estos documentos para esta Consulta.

“Juntos en la Misión de Dios: Una contribución de la FLM para la comprensión de la misión” (Adoptado en junio 1988)

Este documento fue fruto de la VII Asamblea de la FLM en Budapest en 1984. Su finalidad fue de ayudar a las iglesias luteranas del mundo a ser conscientes de la misión de Dios, renovar su compromiso de misión, y estimular una mayor cooperación entre ellas y con otras iglesias.

El documento parte de una teología trinitaria para definir la misión, afirmando que el carácter de esta misión está determinado por dos temas fundamentales: 1) que la misión es la obra salvífica continua de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y 2) que la misión es el mandato de Dios a su pueblo para participar en esta obra salvífica continua (1.1). La misión de Dios se define en términos de establecer un orden y justicia, y revelar su amor a través del testimonio de las Escrituras (1.2). Como Creador, Dios, en su amor incondicional, nos da el don de la creación, y nos pide que colaboremos con él en cuidarla y sostenerla. Aunque el mal y la fuerza del pecado han arruinado la armonía de la creación y la han esclavizado, Dios promete renovar y restaurar el mundo de acuerdo a su finalidad original (1.2.1). Como Redentor, en Cristo Dios nos justifica y nos da su victoria, inaugurando un nuevo reino y abriendo una nueva esperanza y un nuevo futuro; éste es el punto central de la misión de Dios, y Cristo es su centro. Por medio de la fe y el discipulado, nuestra situación es transformada (1.2.2). La misión salvífica de Dios continúa por medio del Espíritu Santo, el Santificador, quien llama, envía, transforma, fortalece y dota con dones al pueblo de Dios, y lo constituye un cuerpo y una nueva familia (1.2.3). Como un signo de la presencia del Reino de Dios dentro de la historia, la iglesia participa en la misión de Dios, manifestando su propósito de justicia, salvación y reconciliación. La meta de esta misión o envío no es la iglesia en sí, sino el mundo, donde la iglesia debe dar testimonio y ser agente transformador, llamando a los pueblos a convertirse y ser bautizados como discípulos para participar en la actividad salvadora de Dios. Todos los ministerios de la iglesia tienen una dimensión misionera que involucra a cada creyente y cada congregación, y deben reflejar los mismos aspectos del ministerio de Jesucristo, quien nos dio su ejemplo (1.3).

La misión se lleva a cabo en muchos contextos cambiantes. El contexto religioso ha cambiado profundamente, ya que el centro de gravedad en la comunidad cristiana mundial está girando hacia el sur, y continentes antes considerados cristianos han venido a ser territorios de misión comparables a cualquier otro. La misión ya no se está viendo solamente como una tarea de las iglesias europeas y norteamericanas. Las grandes tradiciones religiosas (Budismo, Hinduismo e Islamismo) están extendiéndose cada vez más, junto con nuevos movimientos religiosos; estas religiones y movimientos muchas veces son caracterizados por rigidez, actitudes militantes, y estilos autoritarios. Al mismo tiempo, muchas de las personas que han crecido en las iglesias cristianas las han abandonado (2.1). El contexto global también ha cambiado mucho. Muchos países lograron su independencia de los poderes coloniales después de la 2a. Guerra Mundial. Hay una brecha creciente entre ricos y pobres, y éstos no cuentan con los servicios más básicos de salud y educación. La carrera armamentista se ha acelerado. La ciencia, la tecnología, la educación y la modernización han

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cambiado las estructuras y los valores de las sociedades y culturas. Ha habido un crecimiento muy rápido de la población, y mucha migración hacia las ciudades y a otros países. Hay un sentido creciente de interdependencia entre pueblos y naciones, a la vez que se afirma más la identidad nacional, étnica, provincial y tribal de muchos pueblos; esto último ha provocado algunos conflictos (2.2).

La misión contemporánea tiene muchos desafíos y limitaciones. Llevar el evangelio a un mundo incrédulo genera conflictos y oposición. El límite entre la fe en Cristo y la incredulidad se manifiesta de muchas formas en los distintos contextos del mundo hoy. Por eso, cada iglesia tiene áreas de misión particulares dentro de su contexto, a la vez que tiene áreas de misión fuera de su propio ámbito; para esto, es importante que esté consciente de esto y que prepare a sus pastores y miembros a enfrentar los retos que tiene (3.1). Las religiones e ideologías que existen en nuestro mundo actual presentan otros desafíos para la iglesia; por una parte, representan muchas ideas y costumbres que son incompatibles con la fe cristiana, pero por otra, nos convocan a redescubrir elementos del compromiso cristiano que hemos ignorado u olvidado. Ya que muchas de nuestras iglesias no tienen conciencia de estas nuevas fronteras ni las ven como un desafío, es urgente estimular y ayudar a sus pastores, líderes y miembros de las congregaciones a dialogar con personas de otras religiones e ideologías, tanto para ser más sensibles y respetuosos hacia otras creencias y tradiciones, como para proclamar el mensaje cristiano a través del amor incondicional. Aunque llamamos a otros a convertirse en discípulos de Jesucristo, esto debe hacerse con un espíritu de humildad, amor y servicio. Es importante ser fieles a Cristo a la vez que estamos abiertos a otras religiones e ideologías, pero sin permitir que ideologías ajenas a la fe cristiana penetren en su vida y distorsionen su mensaje (3.2). El judaísmo presenta un reto especial a la iglesia, debido a los lazos históricos que unen a judíos y cristianos (3.3).

La misión de la iglesia enfrenta muchas limitaciones y desafíos de carácter sociológico, también (3.4). Dios quiere que haya justicia y paz para toda la creación, pero hay muchas fuerzas opuestas debido a las desigualdades y tensiones que hay entre grupos y pueblos, y las diversas fuerzas que amenazan el bienestar humano. Frente a todo esto, la iglesia tiene que luchar por la paz y en contra de la injusticia (3.4.1). Uno de estos desafíos es la secularización, que saca a la religión fuera de la vida pública y trata de hacer de las prácticas religiosas un asunto privado. Frente a esto, no se pretende volver a una “sociedad cristiana” como antes, sino dar testimonio de Jesucristo para que la gente pueda entender los valores éticos y espirituales inherentes a la fe cristiana (3.4.2). La urbanización desafía a la iglesia luterana porque ésta tradicionalmente ha sido una iglesia ubicada en contextos rurales; por lo tanto, muchas veces no están presparadas para servir a la gente de grandes ciudades que vive en contextos muy distintos. Hay que planificar el establecimiento de congregaciones en la ciudad que puedan dar testimonio dentro de estos contextos, sobre todo con la gente quesufremuchasnecesidadesenlasciudades,comolosquevivenenbarriosbajosylosjóvenes(3.4.3). Los millones de migrantes presentan otra limitación sociológica para la iglesia. La gente emigra por muchas razones diferentes, y esto produce cambios profundos en la sociedad. Muchas veces las iglesias no muestran interés en los ministerios entre migrantes. Los marineros y los que trabajan del mar también requieren de ministerios especiales (3.4.4). La mayoría de la población mundial es pobre, y la pobreza se está extendiendo cada vez más, aun en países ricos. Se necesita de ministerios para cuidar a los pobres, pero también hay que tratar la cuestión de las raíces de la pobreza y la injusticia, y participar en las luchas de los pobres. Esto ha sido difícil para las iglesias luteranas, que se han identificado más con la clase media y sus valores (3.4.5). La iglesia necesita prestar atención especial a los jóvenes y los niños y niñas. Muchas iglesias no están respondiendo a los intereses y los problemas de los jóvenes, ni proveen espacios para su participación en la vida de la iglesia. Las mujeres han sido explotadas y oprimidas, tanto en la cultura como en las iglesias; es necesario que la iglesia se solidarice con las mujeres, que históricamente han estado en el centro de la vida y misión de la iglesia (3.4.6). El hecho de que hay muchas regiones geográficas y poblaciones donde no hay una presencia cristiana reconocible significa que la iglesia debe buscar hacer actividad misionera en esos lugares también (3.4.7).

Frente a toda esta problemática, es urgente trabajar por una renovación de la iglesia en misión (4.1). La tarea misionera debe ser reconocida como la responsabilidad de cada creyente, y de cada congregación. Esta tarea debe abarcar tanto el ministerio de Palabra y Sacramentos como el servicio organizado y el testimonio de los creyentes de otras formas (4.1.1). Todo lo que hace la iglesia — la adoración, la predicación, la educación, la sanidad y el servicio — debe reflejar la naturaleza misionera de la iglesia. Una

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congregación misionera se caracteriza por la participación de todos sus miembros en la tarea misionera. Se requiere de comunidades abiertas e inclusivas hacia las personas de afuera que son diferentes que los miembros de la congregación (4.1.2). La proclamación y la educación deben ser renovadas, para que respondan a los contextos actuales y no caigan en una repetición tediosa de los conceptos básicos de la fe cristiana (4.1.3). Es de suma importancia llevar a cabo una reflexión teológica disciplinada para que la teología que se haga sea misionera, entablando un diálogo entre la Biblia y la realidad (4.1.4). Al comunicar el evangelio, hay que identificarse con la gente y entrar en su situación con respeto, o sea, practicar el diálogo sin imposiciones ni consdescendencias (4.1.5). La Palabra y los hechos deben ser vehículos del amor incondicional de Dios, para dar testimonio con la vida y no sólo con la boca. En ciertos contextos, hay que darle prioridad al servicio y a la oración, comunicando la Palabra por medio de hechos cuando no es posible comunicarla verbalmente (4.1.6). Es importante planificar la actividad misionera conjuntamente y buscar métodos apropiados para dar testimonio, aun cuando en muchos momentos el testimonio tiene que ser espontáneo; estas dos formas de testimonio no se excluyen (4.1.7). Los miembros no deben tener una mentalidad simplemente de “supervivencia,” queriendo solamente conservarse como iglesia (4.1.8). Más bien, deberán reconocer a los demás como sus iguales frente a Dios, a pesar de sus diferencias, y no sentirse como superiores en relación con los no creyentes (4.1.9). Al identificarse plenamente con Cristo, la iglesia debe celebrar la victoria que tiene en Cristo recordando que proclama a Cristo crucificado, y abriéndose hacia los que no tienen poder; no hay lugar para el triunfalismo, ni para perseguir metas políticas o intereses particulares.

Todo esto tiene implicaciones importantes para la iglesia. Hay que tener buenos programas de educación para capacitar a laicos/as, pastores y otros trabajadores de la iglesia para su testimonio y servicio. La educación teológica debe ser renovada, para que sea relevante, contextual, y adecuada para personas que llevan a cabo una diversidad de ministerios. Toda la labor educativa debe partir de la misión de la iglesia (4.2.1). Las vocaciones misioneras específicas son indispensables; hoy día necesitamos a gente dispuesta a salir de su propio contexto para entrar en otros, aunque no deben ser únicamente de los países europeos y norteamericanos, como lo que ha sucedido tradicionalmente. Por diversas razones, hoy día los/as misioneros/as están sirviendo por períodos más cortos; sin embargo, es muy importante tener personas comprometidas a largo plazo. Hay que preparar bien a los/as misioneros/as, pues hacen una contribución vital a la misión de la iglesia (4.2.2). Los modelos de la práctica misionera deben ser revisados para desarrollar modelos nuevos. Los focos de desarrollo de modelos contemporáneos deben ser, primero, las congregaciones, y segundo, los ministerios especializados, comunidades y órdenes misioneras. Para ser más misioneras, las congregaciones necesitan de programas que les ayuden a compartir sus experiencias más ampliamente. Debido al crecimiento del pluralismo, hay que explorar mejor la posibilidad de grupos de ministerios interculturales e internacionales, y trabajar de una manera ecuménica con otras iglesias cristianas. El hecho de que los diálogos interconfesionales no dan mucha atención a los asuntos misiológicos ha resultado en un cierto vacío en la misiología ecuménica actual (4.2.3). Debido a la magnitud abrumadora de la tarea misionera y la gran diversidad de dones que hay en la iglesia universal, necesitamos que se elabore una estrategia conjunta para compartir recursos para la misión. Cada iglesia tiene recursos que compartir con las demás; todas necesitan dar y recibir, y ser responsables frente a las demás por el uso de sus recursos. Al compartir recursos, hay que evitar las dependencias en las que las iglesias con mayor recursos ejercen control sobre las que tienen menos, y éstas siguen a las ricas en sus prioridades en lugar de partir de su propia realidad para determinar su participación en la tarea misionera. Cada iglesia debe buscar el autosostén para poder dar y compartir con las demás (4.2.4). La urgencia de la tarea misionera nos obliga a desarrollar estrategias conjuntas en misión de carácter interluterano y ecuménico; requerimos de una propuesta común que nos permita trabajar mejor juntos y juntas. Esto sólo es posible cuando hay confianza mutua, cuando compartimos información, y todas participan en la planificación e implementación de estrategias. La planificación debe ser conjunta, en lugar de que cada iglesia planifique el uso de sus recursos humanos y económicos aislada de las demás (4.2.5).

LaVIIAsambleadelaFLMestablecióunasdirectricesparaunaacciónconjuntaenmisión. Las directrices generales afirman que la misión es responsabilidad de todo/a cristiano/a, de toda congregación y toda iglesia, y que en cada lugar es el privilegio y la responsabilidad común de la iglesia en todo el mundo.

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Aunque la responsabilidad primaria para responder a desafíos en la misión en cada área descansa en las iglesias locales, éstas actúan en favor de la iglesia universal. Es necesario compartir las experiencias, los conceptos, la herencia teológica y los recursos humanos y financieros de las iglesias entre sí, ya que son regalos de Dios para la misión de toda la iglesia, y buscar la cooperación entre iglesias cuando alguna no posee los recursos necesarios para hacer su misión. En su actividad misionera, la iglesia debe manifestar su unidad en los diferentes transfondos culturales y contextos sociales en que se encuentra, buscando un equilibrio entre evangelismo y servicio para llevar a cabo una misión integral. Cada iglesia comprometida en acciones conjuntas debe contribuir económicamente a la acción, y su aporte debe ser proporcional a los recursos que tiene. La iglesia local debe estar particularmente comprometida. Si una iglesia no está consciente de su responsabilidad u oportunidad misioneras, otras iglesias deben entrar en diálogo con ella para impulsarla a aceptar los desafíos misioneros que tiene. Si se planifican acciones conjuntas en un lugar donde no hay una iglesia, las iglesias más cercanas deben participar y comprometerse en esas acciones. La FLM buscará ayudar a las iglesias miembros de diferentes maneras: a) a nivel local, b) sirviendo como facilitadora y coordinadora entre varias iglesias, c) planificando y proponiendo proyectos de misión conjunta frente a los desafíos mundiales, y d) invitando a las iglesias miembros a iniciar acciones conjuntas en misión en áreas donde no hay una presencia de otras iglesias miembros.

“„En el umbral del Tercer Milenio: Juntos en la misión de Dios.‟ Conclusiones y recomendaciones de la Consulta de la FLM sobre las Iglesias en Misión, del 25 al 29 de octubre de 1998 en Nairobi, Kenia”

Esta consulta reunió a unos 80 representantes de iglesias de la FLM, con el fin de promover una participación comprometida en el proceso de repensar y reformular la tarea misional de la iglesia, sobre todo desde la perspectiva del sur, hacia donde se ha desplazado el centro de gravedad del cristianismo. Se reflexionó sobre tres temas: “Análisis teológico de la misión,” “Aparcería (acompañamiento) en la misión,” y “Nuevos enfoques de la misión.” Los participantes se dieron cuenta de la diversidad de ver la misión entre iglesias, la complejidad y las dificultades que se dan en el campo de la cooperación misional, y la necesidad y los beneficios de la cooperación.

En torno al primer tema, se definió la misión en términos de proclamación, servicio, e intercesión en favor de la justicia. Para esto, es fundamental el diálogo. La misión pretende la transformación del individuo, la iglesia y la sociedad. Es necesario llevar a cabo una contextualización del evangelio debido a la diversidad de contextos en que se proclama la Palabra. El concepto de Missio Dei debe orientar la labor misionera, aunque no representa lo mismo que la misión de la iglesia. La teología es un instrumento indispensable para la misión. Debido a la importancia de las estructuras eclesiásticas, hay que llevar a cabo una reflexión acerca del papel que estas juegan en la misión.

Se recomendó revisar y actualizar el documento Juntos en la Misión de Dios, y elaborar otro documento para coadyuvar con las iglesias al fortalecimiento de la misión en el ámbito congregacional. El Departamento de Misión y Desarrollo de la FLM debe seguir estudiando el tema de la misión en vista de las nuevas realidades que han surgido, y estudiar en particular la problemática de la mundialización, y el reto que ésta presenta para la misión de las iglesias. Asimismo, es importante ir profundizando en la relación entre misión y comunión entre iglesias luteranas, y también entre éstas y otras iglesias cristianas, explorando la relevancia del diálogo con personas de otras creencias. Finalmente, se recomendó seguir estudiando la relación entre la proclamación de la Palabra y el servicio dentro del marco de una misión integral.

Con respecto al tema de las Aparcerías (el acompañamiento) en la misión, se busca nuevas formas de aparcerías que compartan el poder por igual por parte de todos, y donde todos participen en la toma de decisiones, en lugar de una jerarquización de la iglesia. Las formas y modelos para hacer misión deben ser multilaterales más que bilaterales, más de sur a sur, y también más ecuménicos y hasta interreligiosos.

La Consulta recomendó estudiar temas como dependencia y paternalismo, fortalecer programas de capacitación para personas locales, promover la reciprocidad y la interdependencia, y elaborar expectativas y pautas de transparencia en las relaciones tomando en cuenta la diversidad que existe entre iglesias. Es

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necesario examinar las cuestiones del financiamiento y la mayordomía en el ámbito de la misión, así como el papel de misioneros internacionales o expatriados, y ver cómo pueden trabajar juntas iglesias que tienen puntos de vista divergentes sobre diversos temas importantes, buscando evitar la competición y promoviendo la cooperación a nivel regional.

La trayectoria histórica y la diversidad de las distintas iglesias se ha reflejado en los diferentes enfoques que cada una ha adoptado con respecto a la misión. Ha habido múltiples modelos eficaces en diferentes contextos, que sirven para poner en práctica una misión integral. Hay ciertos temas que hay que estudiar, como lo relacionado con el avivamiento y los movimientos carismáticos, las comunidades de base y las mega-congregaciones; para esto, es importante compartir experiencias y explorar juntos/as métodos de encarar la misión colectivamente. Es importante capacitar a los/as laicos/as, establecer estrategias de misión, y ver la misión dentro del contexto de cada comunidad, tomando en cuenta sus necesidades y dones.

Se recomendó al Departamento de Misión y Desarrollo recabar más información sobre la misión que llevan a cabo las iglesias a través de una encuesta, emprender una consulta sobre los nuevos movimientos de renovación y crecimiento, promover el diálogo sobre las experiencias de misión que han tenido las iglesias para identificar nuevos desafíos y oportunidades, así como nuevos métodos. Además, este Departamento deberá alentar y dotar a las iglesias a llevar a cabo una misión más integral, sobre todo en medios urbanos e industrializados.

“„Desafíos a la Misión de la Iglesia en América Latina Hoy,‟ Documento final de la Consulta de Misión de la Iglesia del CLAI, Junio 2001”

Este documento es fruto de una Consulta de Misión del CLAI realizada en Barranquilla, Colombia, los días 12 al 15 de enero de 2001. Tiene cuatro ejes: “Unidad y Misión,” “Iglesia y Sociedad,” “Culturas, Género e Identidades,” y “El Camino de la Paz.”

Bajo el eje “Unidad y Misión: El Rostro de la Iglesia Latinoamericana,” el documento señala que la unidad es un imperativo en nuestro mundo globalizado, pues hay muchas fuerzas opuestas a la unidad. Muchas iglesias asumen los métodos y principios de la mentalidad globalizada, como la competencia agresiva. Sin embargo, hay una relación indisoluble entre unidad y misión; Dios desea comunión y comunidad entre cristianos, y a través de la iglesia Dios busca alcanzar a todos/as con el mensaje de salvación y reconciliación. El sentido de la iglesia es ser continuadora de la misión de Dios tal como se manifestó en Jesús de Nazaret. Dios quiere el bienestar del ser humano, y hacerle llegar su amor salvador (la gracia). La misión de Dios se identifica a través de las marcas de encarnación, gracia y elección, el poder del Espíritu, la formación y el discipulado, y el envío y el anuncio. Desde el principio de su historia, había muchas diferencias en las iglesias. Hoy día se busca crear una especie de plataforma común para la unidad que no signifique una estructura jerárquica común ni uniformidad o unificación, sino el reconocimiento mutuo del bautismo, partición del pan, oración, doctrina, predicación, testimonio y servicio. Debe haber una unidad espiritual que se exprese de manerasconcretasyvisibles,yreflexionesbíblicas,teológicasypastoralesenconjunto. Sepretendediscernir las condiciones, necesidades y oportunidad de este tiempo para que nuestra diversidad sea un recurso para la misión, pero siendo fieles siempre al evangelio; es urgente buscar la cooperación y unidad para evitar la competencia y la conflictividad.

De acuerdo al segundo eje, la misión de la iglesia en la sociedad consiste en buscar un mundo sin exclusiones frente a los problemas de pobreza e injusticia que nos aquejan. Para esto, hay que unir la tarea pastoral, por la cual se busca el bienestar de los demás, con lo profético, que consiste en denunciar las injusticias. Hay que entender la misión de una manera más integral, reconociendo el papel de la mujer en la iglesia y la sociedad, y defendiendo los derechos humanos. Frente a la globalización, hay que resistirnos a las ideologías, las políticas, los valores, el androcentrismo, el etnocentrismo, y los afanes de lucro y acumulación de bienes y poder que caracterizan el tiempo presente; pero también hay que buscar y proponer soluciones y alternativas a estos problemas. Es necesario abogar por la equidad, el derecho a la vida, una mayordomía justa de los bienes materiales, la protección de los débiles, el cuidado de la creación, la igualdad racial y la equidad de género. Lo que se pretende es unir nuestros esfuerzos por la justicia para promover una cultura

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de solidaridad y amor, y formar comunidades de esperanza, sanidad y reserva moral para nuestros vecindarios y vecinos/as.

El tercer eje sobre Culturas, Género e Identidad pretende explorar las maneras de construir una cultura de la solidaridad, para generar un nuevo modelo de sociedad. Por cultura, se entiende el conjunto de creaciones del ser humano para satisfacer sus diversas necesidades, y el conjunto de valores materiales y espirituales; el objetivo es lograr un comportamiento normativo que dé sentido y estructura a la vida. Además de conferir sentido colectivo, las culturas permiten la identificación de grupos e individuos; sin embargo, hay que evitar caer en el etnocentrismo, por medio del cual se considera a las culturas dominantes como superiores a las demás. La civilización ejerce una presión integracionista frente a la diversidad para erradicar identidad particulares. Entre las diversas identidades se puede mencionar las culturas indígena, negra, campesina, y urbanas, así como los mestizajes culturales. Cada cultura tiene una fisonomía particular o una identidad específica, y está compuesta por una diversidad de sujetos creadores de culturas. La cultura se manifiesta en la vida cotidiana y la manera en que los miembros de la cultura se relacionan entre sí y con el mundo a su alrededor. La etnicidad y la religión son factores de identidad, así como el mestizaje. Los miembros de un grupo “étnico” comparten la lengua, las creencias, las costumbres, los valores y la identidad. No sólo la cultura mayoritaria ha negado la identidad a las culturas indígenas y negras, sino la misma iglesia también, con su teología y sus prácticas. La teoría de género como categoría de análisis permite buscar modelos alternativos de relaciones equitativas y cuestionar la identidad, los roles y atributos tradicionalmente asignados a los sexos, para superar la discriminación contra las mujeres y promover la equidad y la cooperación entre personas de ambos sexos. Para esto, es importante revisar los modelos y valores culturales que resultan del proceso de socializacón genérico. Es necesario que la iglesia ayude a superar las exclusiones y la violencia para reconstituir las identidades, y así construir una sociedad donde quepan e interactúen todos y todas con igualdad.

Finalmente, la iglesia tiene la tarea de contribuir a la construcción de una cultura de paz. Para esto, hay que superar la cultura de violencia que predomina en nuestras sociedades. El Evangelio de la paz proclama una paz con Dios, con nosotros/as mismos/as, con otras personas y grupos, y con el mundo, siempre y cuando va de la mano del servicio y la justicia. Para seguir el camino de la paz, hay que identificar áreas de conflicto en los hogares, los barrios, el mundo del trabajo, las iglesias y la sociedad, y buscar maneras no violentas para resolver estos conflictos. Para esto, hay que identificar y entender cada una de las partes en el conflicto, establecer una buena comunicación, y buscar opciones que permitan que todos ganen y nadie pierda. Para promover el proceso de reconciliación, es importante preservar la memoria histórica, practicar el perdón y la restitución, y hacer lo posible para contribuir a procesos de sanación. La educación para la paz es fundamental para formar una nueva conciencia; ésta implica un proceso permanente de análisis crítico, reflexión y acción. La mejor forma de luchar contra las fuerzas del mal es asumir un compromiso con la paz y la justicia, dejando la venganza y el castigo por los pecados en las manos de Dios.

Comentarios

Al examinar y comparar el contenido de los documentos, es importante observar que tienen distintos objetivos. El primero, Juntos en la Misión de Dios, pretende ser una definición más global y comprehensiva de la misión de la iglesia. El segundo, En el umbral del tercer milenio, sirve sobre todo para ampliar y construir sobre el primero. Como es evidente por su título, el tercer documento, Desafíos a la Misión de la Iglesia en América Latina hoy, únicamente propone señalar algunos de los desafíos o retos que tiene la iglesia latinoamericana hoy, y no agotar el tema de la misión de la iglesia en todos sus aspectos. Es importante también observar que el primero fue redactado entre 1984 y 1988, mientras los otros dos son mucho más recientes, 1998 y 2001 respectivamente.

No cabe duda que los tres documentos se prestan para unas comparaciones interesantes.
Concuerdan en algunos puntos fundamentales. En primer lugar, hacen hincapié en la importancia de la cooperación, la coordinación, la unidad y el diálogo en la tarea misionera; es importante que las iglesias trabajen juntas para llevar a cabo su misión, y no de una manera aislada o, peor aún, competitiva. En segundo lugar, hay un énfasis muy fuerte en la justicia, la paz, la equidad, y el bienestar integral de la humanidad y la creación en general como objetivo de la misión. En esto está implícito el rechazo de una visión más

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tradicional o fundamentalista, según la cual el trabajo misionero tiene como objetivo “salvar almas,” llevándolos a creer en Jesucristo como su Salvador personal. Más bien, se entiende la labor misionera en términos más integrales, y el objetivo de esa labor como la construcción de un nuevo mundo o nueva sociedad humana. Aunque no se hace totalmente a un lado el concepto tradicional de “salvación,” la salvación se entiende como algo que abarca tanto con lo material como lo espiritual, y tiene que ver tanto con el individuo como con la sociedad; no se trata simplemente de una salvación “ultramundana” (esto es, poder “ir al cielo” al morir o al venir Jesucristo). En tercer lugar, se nota en los tres documentos un rechazo hacia muchos de los valores del mundo contemporáneo, así como modelos de iglesias basados en esos valores. Aunque hay que dialogar con el mundo y valorar todo lo bueno que hay fuera del contexto de la iglesia en lugar de simplemente rechazar el mundo, también es importante asumir una postura crítica frente a sus valores, ideologías y proyectos.

Aunque están de acuerdo en estos y otros puntos, los tres documentos presentan diferencias significativas. En el primero, es evidente la influencia del pensamiento moderno y europeo. Parte de unas afirmaciones teológicas abstractas (y generalmente descontextualizadas) acerca del Dios trino y la salvación universal, para luego tratar de “contextualizar” estas verdades teológicas, aplicándolas a la diversidad de contextos; parece una especie de “metahistoria” que pretende darle sentido a toda nuestra realidad. Se empieza con la “teoría” (de la misión) para luego dar lugar a la “praxis” (de la misión). En algunos casos, la realidad que describe es principalmente la europea, como por ejemplo cuando habla de la secularización, la incredulidad, la mentalidad de supervivencia y el complejo de superioridad como problemas serios para la iglesia, o el carácter rural de la iglesia luterana; esto sin duda también caracteriza a América Latina, pero en menor escala. Es un trabajo sistemático y cuidadoso, lo cual tiene mucho valor, pues nos presenta un cuadro muy amplio para considerar el tema de la misión. En cambio, el documento del CLAI, sigue una metodología típicamente latinoamericana, partiendo de un análisis de la realidad y de la historia para luego leer la Biblia a partir de esa realidad. No empieza con la teoría para luego definir la praxis, ni pretende ofrecer una visión globalizante de la misión. El segundo documento, se parece un poco más al tercero al reflejar un pensamiento más postmoderno: maneja mucho términos e ideas como contextualidad, diversidad, pluralidad, complejidad, globalización, diálogo y experiencia, y rechaza las mentalidades jerárquicas. La cosmovisión también es distinta entre el primero y el tercer documento: para el primero, Dios “entra” al mundo desde afuera (“se revela”, 1.1), y el objeto de la missio dei es el mundo; la iglesia participa de esa misión, de modo que también hay una distinción muy marcada entre iglesia y mundo: “La meta de la iglesia en esta misión no es ella sino el mundo” (1.3). En el documento del CLAI, Dios ya está presente en el mundo, en las culturas, en las experiencias, en la naturaleza, en el mundo pre-colombino. Asimismo, la iglesia forma parte del mundo y la sociedad; no hay un sujeto — iglesia — que se dirige hacia un objeto — el mundo —, sino que tanto iglesia como mundo o sociedad son sujetos.

Estas diferencias se reflejan tanto en la forma en que se entiende la misión, como la manera en que se propone llevarla a cabo. El énfasis en el primero está más en el hacer, esto es, la actividad, el envío, la acción, el trabajo, la tarea misionera (lo cual también representa una mentalidad más europea). Hay mucho interés en el uso de recursos, la capacitación de líderes, el servicio a los demás, la proclamación de la Palabra y el envío de misioneros/as, etc. En cambio, para el documento del CLAI, el enfoque está más en el ser. Se habla mucho más de vivir la unidad y la espiritualidad, escuchar para comprender a otros/as, ser tolerantes, practicar el amor, la fraternidad y la solidaridad dentro de comunidades de fe, “ser institución y ser movimiento” (p. 14), resistirnos a las ideologías y valores de nuestro mundo actual, reflexionar para cambiar mentalidades, estar conscientes de nuestra identidad cultural, étnica y de género para respetarnos mutuamente y apreciar nuesra diversidad, caminar juntos en paz y buscar la reconciliación. En este documento, casi ni se mencionan cuestiones como el uso de recursos, la capacitación de líderes, y el envío de misioneros o recursos para llevar a cabo una misión en otros contextos. La misión no se entiende tanto en términos de servicio o diaconía, particularmente hacia las personas que no forman parte de la iglesia, sino tiene que ver más con una transformación desde adentro, tanto en la iglesia como en la sociedad; se trata de analizar, cuestionar y en muchos casos cambiar los valores, las mentalidades, las formas de ver y entender la realidad, y de vernos y entendernos a nosotros/as mismos/as. Lo importante son las relaciones que se construyen. Por ejemplo, según este documento, para lograr la paz en el mundo, hay que empezar dentro de la iglesia, aprendiendo a

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resolver conflictos para buscar una reconciliación; la iglesia está llamada a ser modelo de una sociedad alternativa, más que ejercer influencia sobre la sociedad para transformarla. Asimismo, se busca la justicia levantando una voz profética dentro de la sociedad, más que presionando a la sociedad desde afuera.

Todo esto de suma importancia para esta consulta. Como luteranos/as latinoamericanos/as, tenemos tanto una herencia o identidad europea (¡algunos/as más que otros/as!) como una herencia o identidad latinoamericana; ambas cosas nos definen. Cada una de estas dos herencias o identidades nos enriquece, pero también nos presenta con limitaciones. Si entendemos la misión desde una perspectiva luterana más tradicional (y europea), el enfoque será más en la actividad de la iglesia hacia los/as que no forman parte de la iglesia, el trabajo, el servicio; nuestra mirada estará dirigida principalmente hacia afuera de nuestras comunidades. La misión consistirá en actividades de trabajo que dependen mucho de recursos económicos y humanos; y si dentro de nuestras comunidades no tenemos esos recursos, tendremos que invertir para desarrollarlos, o buscarlos en otras partes, particularmente en el extranjero con las iglesias más “ricas”; esto es bueno en el sentido de que con más recursos podemos hacer mucho más, pero a la vez presenta ciertos peligros y puede tener consecuencias negativas. Si vemos la misión más en términos del documento del CLAI, nuestra tarea será más introspectiva; trabajaremos más cuestiones de valores, mentalidades, identidades, y en particular las maneras en que nos relacionamos con los/as demás y convivimos con ellos/as. El énfasis será en el testimonio: compartir quiénes somos y lo que Dios ha hecho entre nosotros, y también en un diálogo que tiene como objetivo comprendernos mejor unos/as a otros/as y apreciarnos mutuamente. El modelo de misión aquí sería más el del Antiguo Testamento, centrípeto (de afuera hacia adentro); esto es, buscaremos ser lo que debía ser Israel, un modelo, una luz para las naciones, un testigo, para que otros/as vengan a nosotros/as, y no tanto un modelo centrífugo (de adentro hacia afuera) como en el Nuevo Testamento, donde lo que se pretende es salir al encuentro de los demás, hacer misión, enviar, entrar en el mundo de otros/as para cambiarlo. Para este último modelo, se necesitan más recursos humanos y económicos.

Por supuesto, al señalar estas diferencias, es muy importante insistir que son relativas, pues de ninguna manera se contraponen del todo las diversas maneras de pensar y hacer la misión; lo que varía son los énfasis. En ambos modelos, es importante tanto hacer como ser; hay que trabajar, y se necesitan recursos.
Necesitamos salir al encuentro de otros/as y servir, a la vez que establecemos relaciones buenas y justas con ellos/as. Sin embargo, lo anterior debe ayudarnos a ver que hay diferentes maneras de concebir nuestra misión, y de plantear las cuestiones que vamos a considerar en esta consulta. Tenemos que examinar nuestra identidad y herencia luterana/reformada con sus raíces en Europa, y también nuestra identidad y herencia latinoamericana, para ver cómo vamos a llevar a cabo nuestra misión como luteranos/as en este contexto latinoamericano.

Relacionado con esto está la pregunta acerca de la realidad que pretendemos construir al llevar a cabo nuestra misión. ¿Estamos tratando de construir iglesias y sociedades que siguen un modelo europeo, esto es, alcanzar una realidad parecida a la que existe en el “primer mundo” a través del “desarrollo”? ¿O queremos más bien construir un nuevo modelo latinoamericano en nuestras iglesias y sociedades? Probablemente, lo que queremos es una realidad con ciertas características del “primer mundo,” y otras más propias de nuestro contexto latinoamericano, pero habría que definir cuáles características deseamos tomar de cada contexto.

Finalmente, podemos hacer una lista de los diversos aspectos de la misión que estos documentos mencionan, pues probablemente en esta consulta vamos a querer tocar muchos de estos aspectos y tal vez resaltar algunos de ellos:

  1. la definición, el contenido y el objetivo de la misión
  2. la manera en que entendemos la salvación
  3. la justicia y la paz como objetivos de la misión
  4. los diversos ministerios de la iglesia
  5. la misión como tarea de cada creyente y cada congregación
  6. el contexto religioso en el que llevamos a cabo nuestra misión
  7. la relación entre las iglesias del “primer mundo” y las iglesias latinoamericanas al llevar a cabo nuestra

misión cristiana

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  1. el diálogo ecuménico e interreligioso
  2. los efectos de la globalización, la economía del mercado, la tecnología, etc.
  3. la migración
  4. las identidades nacionales, étnicas, regionales, etc., en particular de la gente indígena y negra
  5. la relación entre la iglesia y la sociedad, y la participación en la política
  6. la misión como llamado a otros/as a hacerse discípulos de Cristo y unirse a la iglesia
  7. la secularización
  8. la urbanización
  9. el establecimiento de nuevas congregaciones
  10. la planificación de proyectos, de estrategias, del uso de recursos, etc.
  11. el ministerio hacia la gente más necesitada
  12. la identificación de la iglesia luterana con la clase media y sus valores
  13. la juventud y la niñez
  14. los/as ancianos/as
  15. la educación dentro y fuera de la iglesia
  16. las mujeres dentro de la iglesia y la sociedad
  17. el envío de misioneros/as a otros lugares y países, así como la recepción de misioneros/as de otroslugares países
  18. la participación de todos los miembros en la misión, y el papel del clero y el laicado
  19. la reflexión teológica y bíblica en diversos contextos
  20. la capacitación de líderes y pastores
  21. las estructuras de la iglesia
  22. los aportes particulares que podemos dar como luteranos/as en la teología, la misión, etc.
  23. la relevancia y contextualidad de la educación teológica
  24. la preparación de personas para servir en ministerios laicos, y la formación teológica de estas personas
  25. la cooperación ecuménica e inter-luterana
  26. la mayordomía y la responsabilidad en el uso y la distribución de los recursos
  27. la labor misionera en áreas donde no hay iglesias nuestras
  28. el papel de la FLM en nuestra tarea misionera
  29. relaciones norte/sur, sur/sur, este/oeste
  30. las estructuras y la autoridad dentro de la iglesia; jerarquías y participación común en la toma dedecisiones
  31. dependencia y paternalismo
  32. otros movimientos religiosos y eclesiásticos hoy día (Pentecostalismo, mega-congregaciones,comunidades de base, etc.
  33. espacios para compartir planes, experiencias, ideas, etc.
  34. culturas, género e identidad en la misión
  35. la violencia en la iglesia y la sociedad
  36. la educación para la paz
  37. la importancia de los temás fundamentales de la teología luterana en nuestra visión de la misión(justificación, gracia, Ley/Evangelio, los dos reinos, etc.)
  38. los límites de lo que es aceptable en nuestra doctrina y práctica
  39. el papel de las instituciones de educación teológica, los profesores e intelectuales, etc.
  40. la espiritualidad dentro de la iglesia
  41. nuestras formas de adoración, culto, y liturgia
  42. los diversos modelos de iglesia y de misión que tenemos
  43. el financiamiento de la iglesia, las misiones, los pastores, etc.
  44. la elaboración de literatura y otros recursos
  45. el crecimiento de la iglesia como objetivo